Domingo 6 de julio de 2014. No se si es tan fácil de
explicar esto. Pero quiero que nuestro mayor
rival, futbolísticamente hablando, gane su partido de semifinal contra Alemania. Obvio, tambien quiero que gane Argentina para poder disputar la final contra ellos.
¡Ojo! esto no es una cuestión política, por el famoso termino que tanto se
escucha hoy de Patria Grande. No, nada que ver. Yo soy de los que piensan que
la política y el fútbol no se pueden mezclar, y aborrezco que lo hagan. Pues
simplemente porque amo el fútbol y odio a la política. Tampoco se trata de ser
un hincha habido de querer realizar otro Maracanazo y poder vivir toda una vida
contándole esa historia a mis nietos, no nada de eso. Lo mío es puramente un
sentimiento muy interior. Se trata de un sentimiento y un odio futbolístico
contra los teutones. Pues porque mi historia como hincha de la selección ya
tuvo demasiadas veces a Alemania enfrente durante los mundiales.
Yo soy nacido en 1977, 1 de enero para ser mas preciso. Por
lo que el primer mundial de mi vida, Argentina 1978 para los despistados, fue nuestra
primera estrella. Hay recuerdos maravillosos de eso. Fotografías en el diario, con
mi viejo llevándome sobre sus hombros durante los festejos en la plaza
principal de Concordia. Hasta incluso me contaron miles de veces que me disfrazaron
del gauchito, emblema de ese mundial. ¡Muy emotivo! pero yo no recuerdo nada de
eso por la simple razón de haber tenido un año y medio.
Para mi segundo mundial, España 1982, ya tenía 5 años. Pero
el futbol me importaba tanto como la bolsa de Wall Street hoy. Además el paso
fugaz de la selección por el mismo, solo me dejó el recuerdo de Naranjito, por
lo simpático que me resultaba un muñeco a esa edad.
Entonces llegó mi primer Mundial como hincha de futbol consciente.
México 1986 lo enfrenté con 9 años. Ya sabia lo que significaba el fútbol para mí,
y que iba a ser de Independiente para toda la vida. Sabía el nombre de los
rivales de la primera fase, y fui aprendiendo los de las demás a medida que la
competencia avanzaba y nuestra selección con ella. Claro está que no existían
los canales deportivos para bombardearte con información, partidos y análisis
de los rivales. Solo conocía algo mas de Inglaterra, por la guerra de Malvinas,
y nada mas. Pasaron los partidos, los goles y el gol (el maravilloso de la
historia de los mundiales). Entonces llegó la final, y así aparecía en mi vida futbolística
Alemania. Hasta ese momento los alemanes eran esos soldados de cascos ridículos que veía en las películas de la segunda
guerra mundial, esas que a mi viejo le gustan ver. Y a decir verdad, a pesar de
no tener armas daban bastante impresión ver esos rubios altos, vestidos de
verde (como los soldados), bien afeitados y peinados. No diferían mucho de mi idea
hacia ellos. El resultado lo conocemos todos, y esta vez el festejo fue asomado
a la ventanilla del Falcon rojo, preparado para la ocasión, y agitando mi banderita
celeste y blanca.
El año 1990 en mi
vida venía marcado por el ingreso al colegio secundario, y nada menos que al
Industrial donde la mayoría del estudiantado era de varones.
Cuando me preguntan por el gol que más grité en mi vida,
retrocedo hasta ese año. Hoy lo recordamos por el nuevo cantito que popularizaron
en las tribunas brasileñas. Pero yo tengo en mi mente que estaba viendo ese
partido en el departamento de mi primo Perico en La Bianca. La gambeta y el pase de Diego, le
definición del Cani y todos corriendo al pasillo con un grito interminable que
llenaba nuestras gargantas. Desde ese partido comenzaron las revueltas dentro
del colegio por los festejos con el avance de Argentina en cada fase. Los mas
grandes se juntaban en el fondo del pasillo, cantaban, tiraban cuetes, y no
entraban a clases ni permitían que los mas chicos podamos hacerlo. Así conseguían
los permisos para que nos retiremos todos. ¿Terminaba ahí? Claro que no. Desde
allí nos dirigíamos a los demás colegios para conseguir que dejen salir a sus alumnos.
Me causa gracia recordar a los móviles policiales parados en la esquina del
Colegio Normal buscando frenar la movida. Y no porque los policías me
parecieran chistosos, si hasta tenían las
escopetas en sus manos para tratar de intimidarnos. Sino por el ingenio de los
estudiantes que al verlos comenzaban a entonar el Himno Nacional y pasaban
junto a ellos que se mantenían inmóviles. Claro está, ya teníamos 3 años de
democracia.
Pasaron los penales del Goyco, una nueva final y otra vez
los alemanes. Esta vez ya los conocía, pero con 13 años también sabía apreciar
que nuestro equipó no llegaba de la mejor manera, y ellos parecían superiores. Vimos
el penal, la expulsión, las lágrimas de Diego que eran como las mías y otra
vez en el Falcon a la plaza. Pero ahora para
festejar un segundo puesto, algo a lo que no estaba acostumbrado y que no
entendía ni quería.
De allí en más todo se hizo cuesta arriba en los mundiales.
Muchas ilusiones que terminaban en tristes eliminaciones. Y las dos últimas
nada más y nada menos que con este rival que pasó de ser un desconocido, al que
mas veces vi enfrente de la Argentina en mundiales. ¿Las formas? De las peores
y más dolorosas manera. Primero por penales, y luego con una goleada y clase de
futbol.
Hoy, habiendo sufrido mi peor año como hincha de
Independiente. Cuando aprendí la lección de que no es fácil llegar a jugar una
semifinal de un mundial, y que es muy meritorio un segundo puesto, digo que voy
a ser hincha de Brasil por un día. Y deseo poder llegar a disputar esa final
contra ellos por tres simples razones:
Primero o número uno: no quiero que Alemania tenga ni la mas
mínima chace, por todo lo expuesto anteriormente. Segundo: si quiero que viva
el concepto de Patria Grande, pero para que los europeos sigan sin títulos en
América. Tercero y principal, me gustaría renovar, y poder decir que el gol que
mas grité en mi vida fue abrazado a mis hijos, contra Brasil y con ellos
jugando de local.
¡VAMOS ARGENTINA!